Una de las preocupaciones más frecuentes para los padres de familia de los adolescentes de último año escolar, es saber qué quiere estudiar el hijo, pues generalmente no se reciben respuestas específicas, o no se puede hablar a profundidad de lo que se quiere.

La situación en ocasiones es tan preocupante, que los padres, en su afán por apoyar y generar estrategias de acompañamiento para los hijos, llegan incluso hasta a utilizar la presión inadecuadamente, de tal forma que el resultado de las intervenciones es totalmente contrario a los intereses de una y otra parte. A veces lo que se crea es un vacío relacional que los aleja cada vez más de las verdaderas posibilidades de apoyo y seguimiento.

Ningún padre de familia quiere alejarse de sus hijos, y menos en un momento tan decisivo de la vida, como lo es el momento de las elecciones profesionales;  adicionalmente, para el adolescente –así le sea difícil reconocerlo- obtener el apoyo de los padres, y contar con su beneplácito a la hora de escoger carrera, es tan importante como tratar de no equivocarse con la opción. En este sentido, contamos con dos partes, que crean conflictos -o malentendidos- simplemente por dificultades en la comunicación, y no por una incapacidad real para acercarse y apoyarse.

Por eso, ahora se mencionarán los errores más comunes que muchos de los padres de familia cometen, a la hora de querer saber qué quiere estudiar el hijo, para luego elaborar una serie de recomendaciones para atender a la situación de la forma más adecuada posible.

  • Confundir las expectativas propias con las de los hijos

Suele suceder que a la hora de enfrentar la crianza, los padres de familia asumen como modelo, lo que vivieron con sus propios padres, cuando ellos eran jóvenes. Por esta razón, es tan común escuchar frases como “yo quiero darle a mi hijo todo lo que yo no tuve”, o “me gustaría que no viviera esto que yo viví para que no sufra tanto”. Si bien tales deseos son totalmente válidos, se debe entender que la vida de los hijos es una vida diferente a la de sus padres, y que en ese sentido, todo lo que se haga con ellos es nuevo y debe tener un sentido nuevo, renovado y con significados diferentes.

  • Querer saberlo “todo”

En el proceso de construcción de la identidad que todo adolescente lleva a cabo en sus días de colegio, lo más normal  es que se empiecen a construir barreras ante los adultos, y sobre todo ante los padres, pues lo que más quiere el joven adolescente es poder diferenciarse, individualizarse, y construir sus propios significados y estilos de ser. Este proceso, en ocasiones, es doloroso para los padres, quienes sufren del rechazo de sus hijos ante los intentos repetidos por acercase a su vida. Muchos padres se quejan de que su hijo no les cuenta nada, o no los tienen en cuenta para sus decisiones y su vida, pero este comportamiento está indicado para las edades comprendidas entre los 12 y los 19 años, y es considerado un paso necesario para generar desarrollo mental, emocional y social.

  • Imponer las preconcepciones

La mayor experiencia que tienen los padres de familia en la vida, les lleva a creer firmemente que tienen mayores argumentos para poder decidir de forma más adecuada que su hijo adolescente. En ese caso, si bien la experiencia es muy buena consejera, quien es el responsable total de la decisión es el hijo, y no el padre.

Esto se explica porque cada ser humano, va construyendo a lo largo de su vida unas preconcepciones que dirigen su vida, y orientan sus pensamientos y su acción hacia tal o cual sentido. Cuando un padre de familia impone sus preconcepciones, lo que hace es tratar de imponer su forma de ser, y tal actitud lo que crea es la huida y el alejamiento del hijo, pues lo que más desea éste, es poder independizar su vida y su personalidad de la gente a su alrededor.

Como bien se puede ver, estos tres errores fundamentales en la estrategia paterna para poder saber qué es lo que quiere hacer el hijo con su vida, se basan en dificultades en la comunicación, más que en un deseo genuino de hacer daño o de alejar a los hijos. Por eso, hacer consciencia de que no podemos caer en ellos es el camino para poder recorrer muy de cerca el proceso de elección de carrera.

Por eso, ahora se mencionarán las tres formas de enmendarlos:

  • Construir expectativas realistas.

Una de las cosas más valiosas que puede hacer un ser humano con otro es valorarlo por lo que realmente es, sin esperar de más, y sin echar de menos lo que no se haga. O sea, ajustando los deseos personales con lo que la realidad indica.

La forma en que esto se vive en la dinámica entre padres e hijos tiene que ver con la proyección que cada padre de familia le haga a su hijo de su satisfacción por el trabajo, por sus decisiones, y en últimas, por la elección profesional que hizo cuando era adolescente.

El padre de familia debe “dejarse ver” ser transparente en sus emociones positivas con sus hijos, y debe ser capaz de contagiar pasión, o magia por lo que hace. El hijo debe encontrar, solamente viendo a sus padres, que el mundo del trabajo es apasionante, que está lleno de retos, y que si bien puede traer muchas satisfacciones, a veces también estresa o desequilibra. Esta percepción le brindará al joven sentido de realidad, y la capacidad para pensar y decidir con base en la realidad, y no desde expectativas que muy pocas veces se cumplen.

  • Entender la “vida privada”

Como padres de familia es totalmente válido estar atento e interesado en lo que pasa con sus vidas, lo que generan sus emociones, y lo que viven mientras crecen, pero a medida que el desarrollo se va imponiendo, la necesidad de los hijos de estar al 100% conectados con sus padres va disminuyendo. Estas características demuestran evolución, independencia intelectual y emocional, autonomía moral, y sentido crítico sano y necesario para la vida.

Por eso, la forma más adecuada de acompañar, es saber “cómo soltar”, e ir viendo como poco a poco, los hijos van adquiriendo competencias cada vez más complejas para leer el mundo y responder a él de su forma única y propia.

Si se asume el desarrollo con conciencia, si se crea la consciencia de que cada hijo debe ir construyendo su vida propia, se aumentan las posibilidades de ser tenidos en cuenta como coequiperos, como invitados “de paso” en ese largo camino que el hijo hasta ahora empieza, y que los padres ya han recorrido.

  • Fortalecer la confianza en la libertad

Un espíritu libre es aquel que es consciente de sus propios límites, y puede usar su espacio personal para crecer y ayudar en el crecimiento de los que tiene a su alrededor. En ese sentido, cada padre de familia que esté interesado en saber qué quiere estudiar su hijo, lo que debe hacer es conocerlo tan a fondo, que él mismo intuya lo que el hijo quiere, y en lugar de preguntar, se encargue de dar más elementos de pensamiento -y de juicio- para que, en el libre ejercicio de la elección, su hijo adolescente sea capaz de actuar con el mayor número de consideraciones posibles.

Siguiendo estas recomendaciones, y sobre todo evitando los riesgos presentados anteriormente, no solo se posiciona al padre de familia como un apoyo en la elección de carrera, sino como un coequipero de vida, que con experiencia y respeto, permite que su hijo explore, pruebe, elija y viva en plenitud.


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